Oasis Único

En Atiquipa se encuentran las lomas más grandes de nuestro territorio: 20 mil hectáreas de bosque nuboso silvestre, a una altura promedia de 900 metros sobre el nivel del mar. Este ambiente, muy poco frecuentado por viajeros, esta al lado mismo de la Panamericana y se ingresa por un camino para vehículos todoterreno.
Una vez dentro, aparece un paisaje mágico. El aroma a hierbas y la sensación de humedad en el aire son los primeros indicios de lo que viene. Luego, los grupos de árboles taras y eucaliptos, 1os arbustos de verdes muy diferenciados, las flores amarillas, moradas, rosadas y lila que crecen a la sombra de árboles antañones. Entre la vegetación silvestre, pequeñas fincas donde los pobladores siembran patata, maíz, yuca y como ellos dicen, "todo da porque hay agua el año entero".
El arqueólogo Elias Mujica sostiene que en la época prehispánica, las lomas de Atiquipa fueron manejadas por las poblaciones como parte de sus sistemas de cultivo, basándose en un concepto de preservación integral de los recursos que se quiebra con la Colonia. Particularmente dañina ha resultado la presencia del ganado caprino en estas lomas cuya voracidad ha ido impactando áreas que antes producían con mucho mayor riqueza y regularidad.
El microclima de las lomas de Atiquipa se forma por la relación entre los cerros más grandes de la costa peruana y la forma del litoral. Las nieblas que se generan en este conjunto están presentes todo el año y según la altura, propician la vida de taras, eucaliptos y cactús de manera combinada. Asimismo, águilas y cernícalos cruzan el cielo mientras que una gran variedad de insectos indica la presencia de una vida tan constante como el zumbido del abejorro, y una gran variedad de diversas especies endémicas.